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Alejandro Rodríguez Bolaños 18/05/2020 Cargando comentarios…
Muchas miradas se dirigen hoy hacia la búsqueda de la causa, el motivo por el cual se ha producido una mutación vírica, confinándonos y apartándonos de una supuesta normalidad benévola.
Como indica Fernando Valladares en artículos recientes, “Diez años atrás la ciencia revisó y comprobó el papel protector de la biodiversidad ante virus parecidos e incluso mucho más peligrosos que el coronavirus”.
Numerosos expertos en biodiversidad (informes IPBES, científicos y organismos multilaterales) señalan que la pérdida de ecosistemas implica una alteración del equilibrio natural, el cual puede generar distorsiones en la biodiversidad que acaben volviéndose contra nosotros.
Numerosas voces advertían también de la posibilidad de que una epidemia como la que vivimos produjera un colapso de la economía y de nuestras sociedades. En este análisis de riesgos globales en 2020 publicado cada año por el Foro Económico Mundial, el riesgo de enfermedades infecciosas estaba catalogado como un riesgo de un impacto medio-alto, pero con una baja probabilidad.
En un vistazo preliminar, podemos apreciar con una simple comparativa la magnitud de los riesgos relacionados con el clima y medioambiente en comparación con el impacto y probabilidad otorgados por el WEF al virus.
Fallos en la acción climática, pérdida de biodiversidad, fenómenos naturales extremos o crisis relacionadas con el agua, son algunos de estos riesgos calificados como de alto impacto y alta probabilidad de ocurrencia.
Si bien había voces que lo advertían, no todos los ojos apuntaban hacia estos riesgos ambientales y sociales. ¿Seguirá ocurriendo lo mismo con el cambio climático, o escucharemos a la ciencia como guía al igual que hemos comenzado a hacer en la lucha contra el coronavirus?
No se ha de perder de vista el hecho de que la amenaza de este nuevo virus es mayor para las ciudades y las personas expuestas a niveles más altos de contaminación, las cuales son a menudo las mismas personas que viven en áreas más pobres, sobre quien también recaen las mayores amenazas derivadas del cambio climático.
Por su parte, Naciones Unidas ha concluido recientemente una encuesta de más de 40,000 personas en 186 países sobre las principales tendencias mundiales que más afectarán al mundo en el futuro, colocando al clima y al medio ambiente en la cima, seguidos de conflictos y riesgos relacionados con la salud.
Asimismo, distintas fuentes indican que ni siquiera la situación actual de parada económica y de movilidad tiene la suficiente fuerza como para afectar de manera significativa en la reducción de emisiones de CO2.
Estos análisis son indicativos de que la comunidad global y empresarial no debe de mirar hacia otro lado a la hora de afrontar otros grandes riesgos, algo que está siendo recogido de diferentes maneras en distintas partes del mundo.
La Alianza Europea para una Recuperación Verde (Green Recovery), promovida por el presidente de la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo (Pascal Canfin), y apoyada por políticos, directores generales de grandes multinacionales, asociaciones sectoriales y representantes expertos, sindicales y del tercer sector, tiene como objetivo conseguir planes de recuperación económica que embeban principios ecológicos y climáticos, movilizando paquetes de inversión verdes que lo permitan.
Por el momento, la Comisión Europea ha decidido escuchar las voces que se venían oyendo en favor de una salida verde de la crisis; confirmando la creación de un fondo de hasta 1,6 billones de Euros que apoyen el relanzamiento de todos sus miembros, canalizando esta ayuda hacia proyectos con una visión medioambiental y tecnológica/digital, favoreciendo con ello una apuesta de futuro, con la cual se reafirma la apuesta del ya publicado Green Deal Europeo, cuyo objetivo es que el continente sea neutro en carbono en el 2050.
En esta línea, el sistema financiero responde aludiendo a la necesidad de poner el capital a trabajar en dos frentes: a corto plazo, buscando una respuesta responsable frente a la crisis basada en criterios ESG; y a largo, asegurando un enfoque con resultados sostenibles en una futura fase de recuperación.
Asimismo, la actual ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ya ha hecho alusión a la importancia de no comprometer una reactivación económica con atajos, en detrimento de la protección del medio ambiente, algo que se pone de manifiesto con el reciente lanzamiento de la ley de cambio climático y transición energética como vía para salir de la situación actual.
Si lo hacemos bien, deberán salir reforzados los sectores relacionados con la digitalización, la industria de la salud y la recuperación verde.
La tecnología, que ya ha sido la gran aliada en la lucha contra la pandemia, está llamada a ser también el gran motor que nos impulse también en la recuperación verde, y no únicamente con el desarrollo más puro de tecnologías como la eólica, solar y otras fuentes renovables.
El uso de la Inteligencia Artificial, así como su infraestructura tecnológica asociada (Big data, IoT, entre otras) para aplicaciones medioambientales en sectores como energía, transporte, agricultura y tratado de aguas, tienen el potencial de generar un aumento de PIB global de 3,1 – 4,4% (un aumento neto de hasta 5,2 Trillones de dólares), con unas reducciones de emisiones de efecto invernadero asociadas de entre 1,5 – 4% (hasta 2,4 Gtn CO2 eq).
Las aplicaciones y casos de uso de las distintas tecnologías no hacen más que crecer, desde la monitorización de la pesca en los océanos mediante sensores satelitales y la recogida de plástico de los mismos a la medición de la resiliencia de las empresas y sociedades ante los desastres naturales mediante capacidades avanzadas de IA / ML.
Asimismo, el uso de IA de esta manera podría proporcionar beneficios de 150 millones de dólares a nivel mundial en 2030 en reducción costos sanitarios e impactos evitados en la salud con aplicaciones, como, por ejemplo, el cálculo de riesgos relacionados con la salud a partir del análisis de datos digitales.
Se estima que todas estas aplicaciones y empleo de casos de la IA puede generar más de 38,2 millones de trabajos netos, un aumento del 1% de la fuerza laboral a nivel mundial.
Parece que el reto se vislumbra en ser capaces de salir de la crisis incentivando los estímulos adecuados que permitan invertir en desarrollo verde, así como en aquellas tecnologías que le sirvan como palanca.
La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son nuestra hoja de ruta. La ciencia, guiada por un propósito humanístico debe recuperar el papel central que nos ha permitido desarrollar los grandes avances de los cuales hoy disfrutamos.
Desde Paradigma, creemos que la revolución tecnológica y la revolución del impacto serán las dos principales fuerzas que nos permitirán cambiar el mundo.
¿Vamos por buen camino?
"De la conducta de uno, depende el camino de todos", Alejandro Magno.
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