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Ignacio López del Moral y Javier Carrascal 03/12/2019 Cargando comentarios…
¿De qué manera las compañías actuarán reactivamente ante las posibles futuras restricciones que mitiguen el impacto en su negocio? ¿Cómo empiezan a tomar un papel proactivo a la hora de generar medidas sostenibles que eviten la incipiente pérdida de reputación medioambiental?
Flygskam, que significa literalmente "vergüenza a volar", es un término acuñado por la sociedad sueca para crear conciencia del impacto en el planeta que provoca el transporte aéreo.
La popularización de la expresión ha traído como consecuencia que en 2018 el 23% de los suecos renunciara a volar para reducir su impacto climático, según datos de WWF (World Wildlife Fund).
El movimiento comienza a coger envergadura en países que encabezan la lucha contra el cambio climático, como Alemania o Dinamarca , y cada vez está más presente en nuestro día a día con titulares como “La vergüenza de volar' amenaza con limitar los vuelos por persona y prohibir trayectos cortos u “Holanda propone prohibir los vuelos cortos y sustituirlos por viajes en tren”.
De hecho, Más País en su programa electoral propone limitar los vuelos peninsulares.
En este post analizaremos el impacto que puede suponer la implantación de estas medidas en el sector de la aviación y distinguiremos:
Teniendo en cuenta que el precio de un avión oscila de los 60 a los 360 millones de euros, la capacidad del sector de adaptarse a las futuras restricciones que prohíban o limiten diferentes modelos de avión conllevará grandes tasas de riesgo asociadas.
Al contrario de lo que podría parecer, dentro de la industria aeronáutica no son las compañías aéreas quienes más se van a resentir por este tipo de medidas.
Pero entonces… ¿quiénes son los más perjudicados?
Los aviones no suelen pertenecer en propiedad a las aerolíneas, sino que estas son arrendatarias con opción de compra. El Leasing constituye una alternativa de financiación para hacer frente a los altos requisitos de capital de aeronaves. El leasing presenta indudables ventajas, como se puede observar en el siguiente gráfico:
Para dar más claridad sobre las empresas a las que nos referimos quedan englobadas en la siguiente matriz de adquisiciones, siendo las compañías chinas las que cuentan con más recursos para hacer frente a este tipo de inversiones:
La posible prohibición de vuelos cortos y las plausibles restricciones en torno a las características de avión plantean un grave problema: la aeronave adquirida para operar vuelos nacionales quizás no se podría reutilizar en rutas más largas por no contar con el tamaño, la tecnología y los permisos requeridos.
Entonces, ¿qué hacemos con estas aeronaves ya obsoletas e inoperantes?, ¿hay incentivos para invertir a futuro en aviones que solo recorran distancias cortas? En definitiva, ¿cuál es la estrategia a adoptar?
La respuesta pasa por diversificar el riesgo de una manera mucho más eficiente. En este sentido, estas compañías podrían diversificar su cartera; es decir, invertir por un lado un 20% en un Airbus A380 diseñado para largas distancias (por ejemplo, Dubai-Sidney), con tecnología de 2005; otro 40% en un Airbus A320 Neo para volar de Estocolmo a Madrid, utilizando para ello una tecnología de 2011; y el 40% restante en un CRJ 900 que opere vuelos peninsulares, con tecnología de 1999.
De esta forma, estarían protegidos ante un cambio abrupto en las tendencias de movilidad del mercado.
Si, además, desear hacer esto de forma ágil, ¿no sería blockchain la tecnología más aconsejable para fragmentar la propiedad de los aviones?
Con esto, conseguirían la formación de un mercado:
En este mercado podrían concurrir otros actores como tenedores de bonos (emisión de deuda para la adquisición por parte los propietarios) o incluso de derivados (cuyo subyacente es el rendimiento del avión).
Asimismo, siendo el ferrocarril el medio de transporte alternativo más sostenible, ¿no podrían estas compañías pensar en adquirir tokens representativos de participaciones en trenes? Recordemos que el sector del tren en España y otros países se está privatizando.
En esta línea de argumentación, las aerolíneas (reiteramos, normalmente, arrendatarias), ¿no podrían en determinadas circunstancias (overbooking, huelga o condiciones climáticas adversas) ofrecer al viajero la mejor ruta alternativa en tren de modo sencillo y desde su propio entorno (web, app o incluso mediante el uso de un chatbot)?, ¿no mejorarían su imagen a efectos reputacionales, sin perjuicio de la posibilidad de percibir una comisión por parte de la empresa de trenes por los clientes referidos?
Sin duda, de escoger esta última alternativa, se fidelizaría al cliente, que pasaría a percibir a la aerolínea como un asesor que le acompaña en su experiencia de viajar, independientemente del medio de transporte que elija.
Si uno se detiene un segundo a reflexionar, ¿las anteriores decisiones mejoran realmente la sostenibilidad o son un mero cambio de cromos?
A pesar de la respuesta negativa, el sector de la aviación está invirtiendo miles de millones de dólares en tomar una posición lo más sostenible posible en cuanto a su capacidad tecnológica y financiera. Destacamos las siguientes medidas de corte tecnológico:
Pero no solo están surgiendo movimientos en lo tecnológico. Medidas con un impacto financiero menor y con un gran impacto medioambiental como la reducción del peso de los equipajes por vuelo (para una menor necesidad de combustible), el aumento de plazas por aeronave con la desaparición de la Clase Business o la eliminación de las millas acumuladas para disuadir a los viajeros frecuentes son iniciativas que empiezan a desarrollarse en muchas compañías aéreas.
Como ya se ha puesto de manifiesto en el mundo financiero, por ejemplo en la relación entre los bancos tradicionales y los competidores emergentes como las fintechs, lo que parece obvio es que los negocios están en un momento de reinvención, tendiendo, en muchas ocasiones, hacia la cooperación con el objeto de no desaparecer.
“Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”
Charles Darwin
El futuro del planeta está en juego, adaptémonos a él. En este camino a recorrer, desde Paradigma, solo podemos prestarnos a colaborar mediante la máxima “Da mihi factum, dabo tibi technĭcus”, es decir, dame los hechos, yo te daré la tecnología.
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