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Javier Martín de Agar 12/04/2017 Cargando comentarios…
Aún recuerdo el día que llegué a Paradigma. Me dijeron: “Tu misión es ver cómo está Scrum en la compañía y mejorar todo aquello que no funcione bien”. Entonces me pregunté: “Pero ¿yo qué soy?”. La respuesta fue que en Paradigma no hay etiquetas.
Tengo que admitir que en ese momento estaba desconcertado, parte de mi trabajo iba a consistir en acercarme a equipos que llevaban años trabajando de una manera para decirles lo que no estaban haciendo bien, o cómo podían mejorar.
¿Quién era yo para hacer eso? ¡Si soy un desconocido! Aquí es donde empieza la pelea entre la “Zona de Confort” versus “Esto es un reto, ¿quién dijo miedo?”.
Y entonces llegó el día en el que me presentaron: “Este es Javi, nuestro Agile Coach”. Y ahí surge la pregunta del millón: ¿qué es un Agile Coach?
Al llegar a Paradigma les pregunté a mis nuevos compañeros qué necesitaban de mí, cómo les podía ayudar. La mayoría me pedían que cuando tuvieran un problema les ayudara a solucionarlo por encima de la respuesta “¿Tú qué harías?”. Es ahí donde empieza el reto.
Tras más de un año ejerciendo de Agile Coach, creo que ya puedo elaborar mi propia definición. No es una definición de manual, pero sí la que refleja mi experiencia en Paradigma. El hecho de que Agile Coach sea la unión de dos conceptos, hace que tenga que desdoblarme en dos personas, en dos perfiles muy diferentes.
La parte Coach es quizá la más compleja. He tenido la suerte de recibir clases e intercambiar conocimientos con personas como Carmen Valls, que mediante el coaching y en pocas horas consiguió que un equipo que no funcionaba se uniera y saliera adelante. Lo sé porque... ¡yo pertenecía a ese equipo!
Desde mi experiencia, la parte Coach debe ser observadora, discreta, atenta a los detalles que ocurren alrededor. La que cuando ve a alguien con mala cara anota mentalmente “Algo no va bien, ahí hay trabajo”.
Es la parte Coach la que va a preguntar “¿qué tal estás?”, una pregunta que puede parecer simple, pero en el mundo de estrés, prisas y caos en el que vivimos puede ayudar muchísimo a un compañero. La parte Coach es, además, la más improvisada y quizá la más importante, ya que se encarga de los sentimientos, y estamos gobernados por sentimientos.
Hace un tiempo, en la oficina, me crucé con una compañera y vi en ella la cara de alguien que está realmente agobiado. Decidí acercarme para ver qué le pasaba. Realmente tenía problemas muy típicos: había una fecha casi imposible y estaban preocupados por unos cambios de última hora que no eran capaces de encajar con el tiempo que quedaba.
Aquí, el lado Coach ayuda escuchando. Puede que no podamos hacer nada para mejorar la situación, pero el solo hecho de que te escuchen nos hace sentir que no estamos solos y nos ayuda a mejorar nuestro estado de ánimo en una situación que es complicada.
Por otro lado, está la parte Agile, mucho más técnica. Este perfil se tiene que dedicar en cuerpo y alma a aprender continuamente para poder ayudar a los compañeros. Cualquier fuente de aprendizaje es buena: experiencias de otras personas, blogs, libros, eventos o un debate interesante en el bar.
Después de cualquier lección conviene preguntarnos si hay algo que hemos aprendido y que pueda ayudar a alguno de nuestros compañeros, si hay algo interesante que sirva de ayuda a algún equipo de trabajo.
La parte dedicada a Agile es la que trabaja a fondo la organización y coordinación de equipos, la que intenta cuestionar todo y la que nos obliga a salir de la zona de confort hacia lugares más felices y a los que muchas veces renunciamos por miedo.
Pero quizá lo más complejo de este perfil es conseguir que una persona o un equipo lleguen a plantearse si están haciendo su trabajo de la mejor forma posible. No es fácil, cambiar el chip después de años haciendo las cosas de la misma manera requiere un esfuerzo inmenso, un cambio de actitud que no se produce de la noche a la mañana.
Lo normal es que ese cambio se resista y venga precedido de un sinfín de excusas: “Siempre lo hemos hecho así”, “Si yo estoy convencido del cambio, pero es que los demás no quieren”, “Una cosa es la teoría, pero la práctica...” o mi favorita: “Este proyecto es especial”. Por definición todos los proyectos son diferentes, por tanto, especiales e irrepetibles.
Una vez me reuní con un equipo que estaba muy cansado tras haberse esforzado muchísimo durante varias semanas para alcanzar un hito. Este equipo no realizaba Scrum de forma adecuada por la situación que tenían, pero tampoco se planteaban cambiar para lograr un estado mejor.
Les pregunté si estaban bien y varios afirmaban que no estaban tan mal porque había equipos que estaban mucho peor y que, por tanto, ellos no veían necesario cambiar.
Como Agile Coach es inevitable sentir frustración ante este tipo de situaciones, aunque también hay un cierto consuelo cuando intercambias experiencias con otras personas del sector y te das cuenta de que es una lucha lenta que requiere paciencia (habilidad que he tenido que potenciar), constancia y entusiasmo.
Pero también hay una gran satisfacción en esta profesión. Ver que un equipo funciona, que empieza a caminar solo hacia el cambio y que los resultados son buenos; es algo muy gratificante para el Agile Coach.
Por paradójico que parezca, cuando la intervención por parte del Coach se reduce hasta ser casi inexistente es cuando podemos decir que hemos hecho un buen trabajo.
La definición y concepto de Agile Coach darían para infinidad de debates. Pero si hay algo común en lo que estamos de acuerdo la mayoría de los colegas que nos dedicamos a esto es que Agile Coach debe poner el foco en las personas, más allá de metodologías y teorías.
Una vez escuché decir a un compañero “Agile es un camino, la meta son las personas”, y no puedo estar más de acuerdo.
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