Parece que una conversación que días atrás tuve con una compañera despertó la idea de que podría plasmarlo por escrito y podría ser un buen artículo que diera respuesta a una pregunta que muchas empresas se están haciendo: ¿Es el momento de invertir en Agile?, ¿por qué debo seguir apostando por una transformación basada en los principios ágiles?

Mi reflexión comienza hace más de un año durante un evento al que fui a un par de charlas de start-ups… Quedé prendado de lo que contaban, aunque tras un par de conversaciones con compañeros bajé a la tierra y pensé: “¡Qué fácil es hacer lo que uno quiere cuando se monta una start-up!”, ese entorno ideal, en el que creas algo prácticamente desde cero, permite poner tus propias reglas.

Eso no deja en mal lugar al resto de empresas, pues cada organización, en función de su situación de partida, podrá llegar dónde se proponga y le dejen llegar, pero no todos tenemos que aspirar a ser “organizaciones turquesas” (teal organisation):

Tenemos que aspirar a ser la mejor versión de nosotros mismos. Y es desde esa reflexión el punto de comienzo de muchas organizaciones para “transformarse”.

Cuando hablamos de transformación basada en principios Ágiles lógicamente hay que remontarse a lo que aquellos adelantados a su tiempo firmaron en Snowbird en 2001. Las prácticas Agile han llegado a cada rincón del mundo pero, ¿ha llegado la cultura? Precisamente, esa era la revolución del manifiesto ágil.

Me da la sensación de que ya en muchos lugares resuena con cierta connotación, incluso negativa, esto de Agile. Esto me preocupa y me gustaría pararme en por qué es así. Achaco en cierto modo esta situación a muchas intentonas con recursos limitados que ha supuesto ir por la vía rápida, una aventura iniciada en su momento, con cierta moda, ya que el resto de las empresas vecinas lo están haciendo.

Y parece que todos, quien más, quien menos, han abordado ya un proceso Agile y ya está incluso demodé. ¿La falta de inversión actual proviene de ahí? Es posible, desde luego, pero creo que mi argumento aquí es que sin una adopción cultural, los beneficios de trabajar de otra manera se desmoronan a las primeras de cambio.

Es el precio a pagar por ir por la citada vía rápida; la de implantar prácticas y no adoptar fundamentos, principios o valores.

Por otro lado, detectábamos hace tiempo desde la Oficina de Transformación de Paradigma que este tipo de iniciativas suelen incorporarse al reparto que muchas empresas realizan en los presupuestos anuales. Con la que está cayendo (coronavirus mediante), el dinero invertido en Transformación Digital y, por ende, en Agile está yendo al fondo del saco de las prioridades.

No les culpo: los árboles no dejan ver el bosque, dicen, y es cierto. Miramos el día a día, el minuto a minuto, y todo esto de Agile suena a “pájaros y flores” como me decían en una empresa con la que colaboraba. Como dice la expresión “si no lo veo no lo creo” y los cambios de personas no se palpan con los dedos… Por ello, nuestro hombre de ciencia sale para negar la mayor.

Lo inexplicable es que si escogí Agile para producir más valor a través de una mayor colaboración, mayor compromiso y auto-organización de mis equipos de trabajo… ¿Por qué recoger las velas en este momento de dificultad en que necesito rentabilizar precisamente ese esfuerzo? Me temo que Snowbird no ha calado hasta los huesos.

¿Pero cúal es el momento actual de las compañías en España? Las realidades de las compañías que nos encontramos suele ser la del muy acertado PROSCI ADKAR® model:

Y, aún con todo y con eso, sigue faltando la mirada autocrítica… No se trata de haber escalado por los 5 peldaños de este modelo de adopción del cambio como si de una escalera se tratase, hace falta mirar dentro y ver la auténtica cara de tu compañía… Y descubrir que queda mucho camino por recorrer.

Por eso a veces (o siempre) la desinversión a medio camino es coste, coste hundido para el barco. Cuando las prácticas no están asentadas sobre lo realmente importante (la cultura), el riesgo es de perderlo todo.

Y aquí no es como en el casino: ni la banca gana, ni los seguros, ni las telecos, ni tan siquiera por supuesto las consultoras. No gana nadie de iniciativas que quedan en el anecdotario. Y luego vendrá el “es que Agile a mí no me funciona”.

La inversión en recursos externos es una decisión acertada. Por un doble motivo, por un lado la visión panorámica que aporta sobre tu compañía. Y por otro, como decía Tobi Lütke (CEO de Shopify) en esta entrevista: “Un coach es probablemente una de las inversiones con mayor ROI, ya que tiene un retorno de hasta 100 veces la hora invertida. [...] Es el tipo de cosas que no se deberían hacer sin instructor”, como el paracaidismo o el buceo se trata de una actividad demasiado sensible como para hacerlo solo.

Creo que si hay un momento para invertir en transformación digital basada en los principios ágiles es ahora. No hay otro momento mejor ni más conveniente. Durante el confinamiento se ha demostrado que las empresas que tenían camino recorrido han respondido mejor.

Las empresas que tenían este camino iniciado o consolidado, que se encontraban digámoslo digitalizadas, agilizadas... han podido ser “remotizadas”. Y para que las empresas funcionen “en remoto” hacen falta valores muy sólidos en los trabajadores: colaboración, vocación para compartir la información, alineamiento…

Qué casualidad que son los valores que primaban la firma del manifiesto agile de Snowbird hace 20 años.

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