En posts anteriores reflexionamos sobre el impacto que tiene la tecnología en la generación de proyectos de impacto social o ambiental, también repasamos las cifras principales que hacen que la generación de impacto positivo sea un elemento clave para la generación de valor dentro de las compañías.

Hoy queremos analizar otros agentes claves en esta transformación: las personas y la sociedad en que vivimos. Estos agentes se convierten en elementos transformadores fundamentales hacia la generación de impacto positivo en el mundo por parte de las compañías.

A través del acto de compra, el consumidor elige las compañías, marcas y productos que necesita consumir en su día a día.

El propio acto de consumo se convierte, por tanto, en un acto de responsabilidad por parte de las personas que están apostando por comprar un producto y no otro; premian a las compañías con su compra en base a diferentes criterios.

Esta responsabilidad la resume muy bien Emmanuel Faber, CEO de Danone, que afirma que “cada vez que comemos o bebemos estamos votando por el mundo que queremos”.

Este acto de responsabilidad en la compra tiene cada vez más importancia debido a la concienciación de las personas y el impacto en sus hábitos de vida. Junto a criterios como el precio, la calidad o la marca, comienza a ganar protagonismo la sostenibilidad de la empresa, el impacto social que genera o la cultura y valores con los que trabajan sus empleados.

Según un estudio global de la agencia JWT, el 90% de los consumidores creen que las compañías deberían cuidar el planeta y citan la producción responsable como una de las áreas clave a la que le conceden importancia.

PWC también añade que el 78% de los consumidores sería más propenso a comprar productos y servicios si vienen de compañías que se esfuerzan por cuidar el planeta.

Si analizamos estas cifras y le concedemos la importancia que se merece al acto de consumo, a la hora de construir un mundo mejor, deberíamos plantearnos nuestra forma de referirnos a las personas cuando ejercen sus hábitos de compra. Deberíamos hablar de las personas como ciudadanos y no solo como consumidores.

Muchas veces no analizamos la influencia e importancia del lenguaje en nuestra sociedad, pero es un elemento crítico que nos hace diferenciarnos del resto de especies: nos permite almacenar recuerdos, nos ayuda a tener distintas perspectivas temporales y nos permite cooperar en grandes grupos y organizaciones como hacemos los seres humanos.

Si nos centramos en el lenguaje, la palabra consumidor hace referencia a alguien que consume bienes o servicios en una sociedad de mercado. La palabra ciudadano se refiere a alguien que vive en una ciudad y comunidad y que, como tal, ejerce sus derechos y responsabilidades. El ciudadano, por tanto, compra de manera responsable y analiza las consecuencias e impacto de sus actos, mientras el consumidor no.

Sin darnos cuenta, hablar de las personas como consumidores y no como ciudadanos está haciendo que le quitemos importancia al propio acto de consumo. De este modo, vemos a las personas como consumidores de bienes sin darle importancia a la responsabilidad que conlleva ese acto. Todos tenemos que ser más ciudadanos que consumidores y las compañías deberían comenzar a tratar a sus compradores como tal.

Tenemos claro que las personas son fundamentales para provocar la transformación de las compañías y, a través de la compra de productos y servicios, pueden apoyar compañías que generen impacto positivo y penalizar a otras que no lo hacen.

Para inspirar y ejemplificar con casos reales, queremos complementar este post con proyectos de dos compañías que se han propuesto ayudar a las personas a comprar de manera más responsable y que han tenido éxito a través de este propósito.

Patagonia

Patagonia es, sin duda, uno de los mejores ejemplos si hablamos de compañías que generan un impacto positivo en el mundo. La historia de Yvon Chouinard merece la pena estudiarla en detalle. Demuestra la ambición de una persona por generar impacto positivo en el mundo a través de una compañía de éxito que a la vez gana dinero.

A través de la campaña que observamos en la imagen superior, la compañía Patagonia le pedía a la gente que no comprase su producto si no lo necesitaba de verdad. Lo acompañaba de mensajes y llamadas a la acción que impulsaban el reciclaje, la reparación o la reutilización de sus productos.

El éxito de Patagonia no radica en sus campañas de comunicación, sino en su apuesta real como compañía por reducir el impacto ambiental. Consciente del impacto que tiene la producción de moda, Patagonia ha invertido muchos recursos en crear tiendas de reparación y educar al consumidor a reducir su consumo y arreglar sus prendas antes de comprar otras.

Esta apuesta de Patagonia por darle valor a su producto y defender la calidad y duración como mecanismo para reducir el impacto ambiental es la verdadera clave de su éxito.

La compañía ha conseguido generar admiración y seguidores en todo el mundo y sus líneas de negocio de reparación y arreglos demuestran que un nuevo modelo económico es posible. Esta estrategia es la clave de la diferenciación de Patagonia en un mercado con una competencia altísima.

Aland Bank

El banco de Aland es un banco finlandés que opera en distintas regiones del norte de Europa y que se ha puesto como objetivo ayudar a sus clientes a reducir el impacto ambiental de sus compras.

El Aland Index es un índice creado por esta compañía que muestra a los usuarios de las tarjetas de créditos del propio banco el impacto en emisiones que están teniendo sus compras y actos de consumo. Este índice ofrece un resumen diario y mensual del impacto de cada transacción y muestra alternativas para compensarlo.

Este índice funciona como una calculadora: integra distintos datos y asocia unos valores en emisiones según la actividad de compra que estás haciendo con esa tarjeta. Si, por ejemplo, compras viajes o gasolina eso genera unas emisiones mayores que la compra de un servicio digital a través de Internet.

Junto al resumen mensual de transacciones financieras, los clientes de este banco tienen un resumen del impacto en emisiones de las mismas. Al igual que Patagonia, el banco de Aland es transparente con sus clientes y les ofrece alternativas y consejos para reducir el impacto negativo y ayudarles así a ser mejores ciudadanos.

Hacia un consumo sostenible

Ambos ejemplos demuestran que si las compañías son capaces de tratar a las personas como ciudadanos es posible generar nuevas líneas de negocio y productos y servicios que fidelicen a los clientes y que permitan entre ambos agentes, construir un mundo mejor.

En Paradigma estamos seguros de que la tecnología será un elemento fundamental para crear empresas más transparentes y ofrecer a las personas la información que necesiten de los productos que compran para que todos podamos actuar como verdaderos ciudadanos.

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