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David Montalvo 06/11/2024 Cargando comentarios…
¿Tienes atribuciones de negocio en tu compañía? Pues, ¡sorpresa! Se está celebrando una gran fiesta en tu honor y no te han invitado. Así es, si la compañía en la que trabajas tiene cierto tamaño es posible que se estén gastando en este momento millones de euros en tecnología y software para “ayudar al negocio” y tú, que eres el negocio, no estás involucrado.
No solo hablamos de productos digitales y aplicaciones específicas y localizadas, hablamos de grandes modernizaciones de arquitectura, grandes remodelaciones del core, desmantelamiento del legacy, renovaciones completas de ERP, ecos de la transformación digital que nunca termina.
La consultoría de software no parece contar con el mayor de los prestigios, no solemos ser los profesores estrella en clases de posgrado, ni somos portada de revistas de negocios, pero sí sabemos mejor que la mayoría en qué y cómo se está invirtiendo el dinero en términos de transformación digital. Una cosa que he visto repetidamente durante 13 años trabajando en esta industria es la enorme ruptura que hay entre “el negocio” y “la tecnología” y no veo visos de cambio.
Son Villarriba y Villabajo, Moriarty y Holmes, el Betis y el Sevilla, agua y aceite… inserte su analogía. El problema, más allá de la broma, es que esto afecta negativamente a los resultados, haciendo que buena parte de las mencionadas inversiones se malgaste.
Las personas responsables de los grandes proyectos de IT suelen involucrar al negocio lo mínimo por varios motivos:
Por otro lado, el negocio percibe a su equipo de tecnología como:
Todo el mundo cree saber lo suficiente de negocio. Es un concepto que, como al diseño, le resulta difícil exponer sus motivaciones y su valor.
El estudio del conocimiento ha tratado este tema y ayuda a explicar por qué se produce este fenómeno cuando hablamos de conocimiento contextual, conceptual o sistémico. El conocimiento de negocio cae dentro de lo que Michael Polanyi ya llamó en los 60 “conocimiento tácito”, sintetizado en la frase “Sabemos más de lo que somos capaces de decir”. Este conocimiento tiene un alto componente individual, subjetivo, contextual y conceptual en contrapartida con el “conocimiento explícito” de tecnología que es mucho más objetivo, transferible y formalizable.
A diferencia de este conocimiento “disperso”, la tecnología tiene la ventaja añadida de que está funcionando hoy, ahora mismo, y el negocio, sobre todo el nuevo negocio, es en parte una promesa de valor a futuro. Mal asunto en época de inmediatez y métricas descontextualizadas.
Pero el mayor de los problemas es no saber explicar bien todas las caras de la palabra “negocio”.
Lo que cada persona tiene en la cabeza con la palabra “negocio” es muy personal y a menudo se usa como abreviatura de conceptos bien distintos:
En definitiva, ordenando las ideas: el software debe atender a los requisitos de negocio que idealmente sirven a los objetivos de negocio y que, dentro de un marco de reglas de negocio, buscan mejorar los resultados de negocio. Parece un trabalenguas, pero entender esto es fundamental.
Esto es importante porque, cuando se habla de que “el software sirve al negocio”, es una afirmación cierta pero incompleta. El software siempre funciona atendiendo a unas reglas de negocio, no hay forma de hacerlo de otro modo: el ERP de una compañía tiene un módulo de facturación, un módulo de pricing, un CRM para la gestión de clientes, unos datos maestros, un recomendador para el cross selling… pero todo eso no implica que sirva a los nuevos requisitos del negocio derivados de la presión competitiva del mercado. Y esa es la clave: las organizaciones no separan adecuadamente su rendimiento en el mercado presente y en el mercado futuro.
Nuestro enfoque Business Driven parte de este entendimiento del problema y plantea un método orientado a que la modernización impacte directamente en los resultados de negocio. Se trata de dar un propósito más elevado a las grandes inversiones IT sacando a la superficie esta suerte de catedrales sumergidas.
En estos procesos, ha de aclararse muy pronto el nivel de ambición e impacto esperado en el negocio futuro y, por tanto, fijarlo con stakeholders clave al inicio del proyecto. No hace falta que sea inamovible en el tiempo, pero sí ha de ser inequívoco y lo más estable posible.
Si se alcanza este tipo de visión, supondrá un reto de innovación y estrategia con diferente método, perfiles y manejo de expectativas, pero el retorno sin duda lo merece por los beneficios que reporta:
Cuando ambos lados colaboran, uno más uno es mucho más que dos. ¿A qué esperamos para derribar el muro?
Existe una reflexión en el mundo del software, bien sintetizada por Elon Musk, y que nos podemos aplicar para ser mucho más Business Driven: “El mayor error de un ingeniero inteligente es optimizar un componente que no debería existir”.
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